Ejercicio sobre Astronomía: Risco Caído y los antiguos canarios.




¿Quién con un poco de curiosidad no se ha detenido a observar el cielo? sus distintos elementos, la regularidad de su movimiento, y cómo no,  su relación con el  paisaje y los fenómenos astronómicos que en él se producen y que a éste afectan. Como bien sabemos, vivimos en un cuerpo celeste cuyos movimientos y características en la rotación nos afectan cada día.
El pasado mes de julio el comité de la UNESCO se reunió en Bakú (Azerbayán) y concedió el título de Patrimonio Mundial al Paisaje Cultural de Risco Caído y montañas sagradas de Gran Canaria, un reconocimiento internacional a este paisaje propio de la cultura aborigen canaria que pone de manifiesto la estrecha conexión presente entre el paisaje,  el cielo y los antiguos pobladores de la isla.
Como hemos visto en el tema estudiado, el seguimiento de los ciclos celestes (como el movimiento anual del sol debido al movimiento de traslación de la tierra en su órbita alrededor de este astro) ha tenido entre otros, un objetivo puramente práctico, como es la gestión del tiempo a través del control de la posición de cuerpos celestes. Ejemplo de ello es que el punto por el que sale o se pone el sol cambia a lo largo del año y su posición puede ser un indicativo de la fecha, bastante preciso si se establecen referencias visuales en el entorno con las que relacionar la posición del sol respecto a un punto del horizonte con un momento del año. Para que la aproximación de las fechas funcione, las observaciones han de ser realizadas siempre desde el mismo lugar. Ejemplo de ello es el que nos presenta Joaquín Sevilla en “Los recorridos del Sol”, interesante ejercicio en el que observamos los caminos que realiza el sol por el cielo en diferentes días del año.
Los antiguos pobladores de Gran Canaria parece ser que utilizaban también referencias celestes para determinar el comienzo de las diferentes estaciones agrícolas y es en este punto donde queremos hablar de Risco Caído.
Risco Caído es un antiguo poblado troglodita de Artenara, en el centro de Gran Canaria, constituido por un conjunto de cuevas entre las que queremos destacar la cueva C6. Esta cueva es particular  por su diseño: sus paredes son curvas, formando una cúpula parabólica casi perfecta. Un túnel excavado en la cara este de la cueva permite que la pared oeste, en la que existen numerosos grabados rupestres, se ilumine con un haz de luz que crea una secuencia al ir proyectándose en diferentes posiciones sobre los grabados según avanza el año.
La luz solar penetra en la cueva y empieza a iluminar los grabados en la pared oeste dos días antes del equinoccio de primavera (21 de junio). La posición del haz proyectado avanza sobre la pared con el paso de los días y cambia su forma hasta alcanzar una posición extrema coincidiendo con el solsticio de verano (21 de junio), desde la que comienza a retroceder hacia la posición inicial coincidiendo con el equinoccio de otoño (21 de septiembre). A partir de esta fecha la luz del sol no vuelve a penetrar hasta el siguiente equinoccio de primavera. Podemos intuir que funcionaría pues  como un calendario visual en el que se marcarían con relativa precisión fechas importantes del calendario agrícola, como equinoccios y solsticios. Esto permitiría conocer y controlar el tiempo, tarea  esencial para una cultura fundamentalmente dependiente del cultivo y cuya supervivencia dependía en gran medida del éxito de la cosecha.
 Una pléyade de investigadores en el campo de la arqueología y astrofísica son los responsables de estos hallazgos y no puedo acabar el ejercicio sin mencionarlos en reconocimiento a tan ardua labor:  Antonio Aparicio, Juan Antonio Belmonte, Julio Cuenca, César Esteban, José Carlos Gil, Oswaldo González, Nona Perera, Rosa Schluten y Antonio Tejera.

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