Análisis Crítico sobre el sistema estatal de comunicación científica.
Si partimos de la base de que “Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten” resulta evidente que son las instituciones quienes tienen la obligación de asegurar que toda la ciudadanía pueda poder disfrutar del acceso al conocimiento.
En España ese compromiso queda recogido incluso dentro de la constitución asumiendo que los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, promoviendo la ciencia y la investigación científica y técnica en beneficio del interés general. En este sentido la Ley de La Ciencia del año 2011 recoge varios puntos sobre cómo y de qué manera debe realizarse esa difusión.
Para tratar de lograr ese objetivo de vínculo entre ciencia y sociedad se crea en 2011 la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) que asume desde el 2007 el protagonismo a la hora de diseñar el sistema estatal de comunicación social de la ciencia procurándose de las herramientas y recursos necesarios para ello.
Agentes importantes dentro de esta función son los museos de ciencia que favorecen a popularizarla con su doble función educativa y divulgativa, siendo sin lugar a dudas éstos los que quizás acerquen más al público de un modo consciente a la ciencia. Por otro lado, con herramientas como las Unidades de Cultura Científica y de la Innovación se trata de promocionar la cultura científica a través de la difusión, divulgación y formación sumadas a las distintas iniciativas de Las
Comunidades Autónomas y administraciones locales que participan activamente en ello. Como vemos se dedican medios y esfuerzo por parte de las instituciones con el objetivo de esa difusión y divulgación de la ciencia, lo que cabe ahora es preguntarnos si dan los frutos que se espera. Para ello se viene realizando desde el año 2002 y cada dos años la Encuesta De Percepción Social De La Ciencia Y La Tecnología. Tras nueve ediciones nos permite observar cambios y nuevas tendencias entre diferentes grupos de población y nos ofrece una visión única de cómo ha ido evolucionando la percepción que tienen los ciudadanos españoles de la ciencia. Se detecta que la brecha que existe sobre el interés por la ciencia entre hombres y mujeres va disminuyendo a la par que el número de personas que cree que su educación científica es baja, dato sin lugar a dudas es muy positivo en mi opinión. Por otro lado me resulta inquietante observar que a pesar de que más del 50% de los encuestados considera importante saber sobre ciencia y tecnología a algo más de la mitad le cuesta entenderla. Esta brecha está directamente correlacionada con el nivel educativo, cuanto menor nivel de estudios más difícil resulta comprenderla. Hay que destacar, con preocupación por mi parte, el elevado porcentaje de encuestados que no lee prospectos de medicamentos y por otro lado el elevado número de los que confían en pseudoterapias como la homeopatía y la acupuntura , más de uno de cada cuatro...
Teniendo en cuenta, según esta misma encuesta, que las fuentes principales de información al respecto son la televisión e internet (redes sociales, webs, etc...) y sabiendo que la naturaleza de las fuentes en muchas ocasiones no es la adecuada y no es cuestionada, precisamente también por ese escaso bagaje del pensamiento escéptico derivado de la poca “cultura científica”, se hace patente la necesidad de llegar a la población por medios “fiables”, accesibles y amenos. Esta importantísima labor la desarrollan los museos y ferias de ciencia y como demuestra la investigación “Efectos a largo plazo de los museos y ferias de la ciencia en España” (Revuelta et al) su impacto es claramente positivo tanto en los visitantes como en el conjunto de la comunidad o ciudad en la que se ubican: contribuyen al sistema educativo en la etapa escolar, impacta en la identidad e imagen de la ciudad y contribuyen a la oferta cultural y de ocio, convirtiéndose en un servicio para los habitantes de la ciudad y lo que no es menos importante, en un medio para que éstos se mantengan informados respecto a cuestiones generales relacionadas con la ciencia y la tecnología.
Considero que analizando todo lo anterior, estos datos deberían ser tenidos en cuenta por los responsables políticos y los representantes de los entornos académicos a la hora de planificar las actividades culturales de una ciudad o de establecer planes estratégicos para la misma, especialmente si lo que se desea es fomentar una ciudadanía con mayores posibilidades de desarrollo personal y en el conjunto de la sociedad del conocimiento. El conocimiento científico básico incrementa la capacidad crítica de quien lo posee y permite tomar decisiones de manera razonada respecto al mundo que le rodea. Por todo ello precisamente, los esfuerzos que se hagan por mantener un aceptable diálogo entre la sociedad y la ciencia deben incrementarse de manera paralela al crecimiento de esta última. En palabras de a Xurxo Mariño de su artículo Comunicando la ciencia, menuda historia:
“... la imaginación y la capacidad de trabajo que se requiere para hacer buena ciencia deben emplearse también para comunicar su filosofía y sus resultados.” .
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