Historia de un protón de un átomo de hierro
Antes fue el principio, porque de antes de ese principio que conocemos como el Big Bang… sólo sabemos que no sabemos nada, sólo podemos especular… y especular no es el tema de este pequeño relato de la historia de nuestro protagonista, un humilde protón perteneciente al grupo de 26 que enlazados a otros tantos neutrones se encuentran en el “corazón” del átomo de hierro y del que vamos a describir su historia.
Hubo un momento, al principio de todo hace unos 13.700 millones de años, en el que toda la materia, todo el espacio y toda la energía del universo, repito ¡toda!, estaba concentrada en un espacio millones de veces menor que la cabeza de un alfiler, muy muy denso, muy muy caliente… para de pronto comenzar a expandirse. En este momento ninguna de las leyes de la naturaleza que nos sirven para explicar la gestación de nuestro protón, sus características ni como se relaciona con el resto de la materia nos pueden ayudar en nada, simplemente, no tienen posibilidad de aplicarse y eso nos da una idea de lo jovencito que era nuestro universo por entonces.
A medida de que el universo se va enfriando , aunque está tan caliente aún que no llegamos a ser capaces de imaginarlo, se diferencian y se ponen en marcha las cuatro fuerzas que hoy en día conocemos y por las que se rige la naturaleza. Durante este periodo se produce un continuo duelo entre partículas de materia y antimateria que se aniquilan velozmente tras el cual surge una gran asimetría, un hecho transcendente sin el cual no existiría nuestro universo, éste no sería más que luz y sólo luz, únicamente fotones. Esta asimetría daría lugar a la proporción de una partícula de materia ordinaria por cada billón de fotones.
Tras ese momento se produce un acontecimiento fundamental para nuestro relato y es el hecho de que tras ensamblarse protones y neutrones como resultado del proceso de la aniquilación surge el núcleo atómico más simple.
El universo se seguirá enfriando hasta alcanzar temperaturas que ya podemos imaginar como las que se dan de las ascuas de una chimenea. Es ahora cuando los fotones que forman parte de esa primigenia sopa de protones y neutrones, se mueven más lentos y pueden ser atraídos por esos núcleos dispersos para constituir los átomos completos de los elementos más ligeros del universo como son el hidrógeno, el helio, el litio… esos fotones son visibles incluso hoy cuando observamos el fondo cósmico de microondas.
Sigue expandiéndose y enfriándose el universo mientras la materia se va concentrando para constituir las galaxias como hoy las denominamos. Estas galaxias contienen cientos de miles de millones de estrellas cuyo núcleo son auténticos hornos de fusión termonuclear en donde se alcanzan presiones y temperaturas suficientes para formar nuevos elementos más pesados que el hidrógeno. Es en este momento cuando nuestro protón aprovecha esas grandes presiones y temperaturas para unirse a otros 25 y constituir un núcleo de átomo de hierro. Por suerte sucede que las estrellas de mucha masa explotan y forman nuevos elementos que se esparcen con toda su maravillosa química contenida por el espacio.
Tras más de siete mil millones de años después de ese momento surgió en un recóndito lugar del universo nuestra estrella, en una más de las galaxias de las afueras del supercúmulo de Virgo. Alrededor de esa estrella la materia que en torno a ella se encontraba se fue condensando y “acretando” mientras circulaba a su alrededor para formar nuestro sistema planetario y sus miles de asteroides y cometas.
Pasó mucho tiempo en el que nuestro embrionario planeta fue bombardeado incesantemente por asteroides y cometas , incorporando gran cantidad de materia en una bola incandescente en la cual, los elementos más pesados se desplazaron hasta el interior para quedar hacia la superficie los más ligeros. Cuando pasó el tiempo y este bombardeo cesó en su intensidad, el planeta se fue enfriando para asemejarse al que hoy conocemos y estudiamos, al que tanto amamos y en cuyo núcleo nos encontramos al átomo de hierro que contiene al protón objeto de este relato. Ya tenemos a nuestro protón junto a sus 25 compañeros de viaje constituyendo el núcleo de un átomo de hierro en el interior de nuestro planeta.
Surgido en el corazón de las estrellas y lanzado al espacio durante la explosión de una supernova, nuestro protón ha llegado tras su homérico viaje al centro de de La Tierra, hasta que quizás con el paso de los eones, vuelva a ver la luz a través de alguna grieta de nuestra corteza terrestre.
Quién sabe si después, tarde o temprano, el futuro deparará a nuestro protón formar y tomar parte de la química de algún organismo como éste que les relata su historia.
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